Todas las
verdades aguardan en todas las cosas,
Ni se
apresuran ni se demoran,
No precisa el forceps del cirujano,
Para mí lo
mínimo no es menos importante que lo demás,
(¿Qué puede
ser mayor o menor que un roce?)
Ni la lógica
ni los sermones convencen,
La humedad
de la noche me penetra con más intensidad.
(Sólo lo que
por sí mismo es evidente a cualquier hombre o cualquier mujer, es así,
Sólo es así
lo que nadie niega.)
Una gota y
un minuto me basta para sosegar mi cerebro.
Creo que los
húmedos terrones serán alguna vez amantes y lámparas,
Y que el
alimento de un hombre o de una mujer es un compendio de compendios.
Y que lo que
atrae y los une es una cumbre y una flor,
Y que se
ramificarán infinitamente hasta saberlo todo,
Y hasta que
todos nos deleiten y los deleitemos a todos.
Creo que una
hoja de hierba no es menos que el camino recorrido por la estrellas,
Y que la
hormiga es perfecta, y que también lo son el grano de arena y el huevo del
zorzal.
Y que la
rana es una obra maestra, digna de las más altas,
Y que la zarzamora
podría adornar los salones del cielo,
Y que la
menor articulación de mi mano puede humillar a todas las máquinas,
Y que la
vaca paciendo con la cabeza baja supera a todas las estatuas,
Y que un
ratón es un milagro capaz de confundir a millones de incrédulos.
Las casas y
las habitaciones están llenas de fragancia, los armarios cargados de fragancia,
Yo aspiro la
fragancia, la reconozco y me gusta,
El aroma me embriagaría,
pero no lo permitiré.
El aire no
es un aroma, no huele a nada.
Desde el
principio ha sido destinado para mi boca, estoy enamorado de él.
Iré a la
ribera junto al bosque, me quitaré el disfraz y quedaré desnudo,
Me enloquece
el deseo de que el aire toque todo mi cuerpo.
El vaho de mi
aliento,
Ecos,
ondulaciones, roncos susurros, rías de amaranto, hilo de seda, horca y vid.
Mi
respiración y mi inspiración, el latido de mi pecho, el paso de la sangre y del
aire por mis
pulmones, el
olor de las hojas verdes y de las hojas secas, y de la ribera y de oscuras
rocas
marinas, y
del heno del granero,
El áspero
sonido de las palabras en mi boca que se pierden en los remolinos del viento,
Un beso
fugaz, un abrazo, los pechos que se buscan,
El juego de
luz y de sombra sobre los árboles y el movimiento de la rama flexible,
El goce de
estar solo o en la agitación de las calles, o por los campos o en la ladera de
las colinas,
La sensación
de la salud, la plenitud del medio día, mi canto al levantarme de la cama y
saludar al sol.
¿Has creído
que mil hectáreas son muchas? ¿Has creído que la tierra es mucha?
¿Te ha
costado tanto aprender a leer?
¿Te
enorgullece comprender el sentido de los poemas?
Quédate
conmigo este día y esta noche y serás dueño del origen de todos los poemas.
Serás dueño
de los bienes de la tierra y del sol (aún quedan millones de soles),
Ya no recibirás
de segunda o tercera mano las cosas, ni mirarás por los ojos de los muertos, ni
te alimentarás de los espectros de los libros,
Tampoco
mirarás por mis ojos, ni aceptarás lo que te digo,
Oirás lo que
te llega de todos lados y lo tamizarás.
He oído lo
que hablaban los habladores, la fábula del principio y del fin,
Pero yo no
hablo ni del principio ni del fin.
Nunca hubo
más principio que ahora,
Ni más
juventud ni vejes que ahora,
Ni habrá más
perfección que ahora,
Ni más
infierno ni cielo que ahora.
Impulso,
impulso, impulso,
Siempre el
impulso, generador del mundo.
De la
penumbra surgen iguales elementos contrarios siempre la sustancia y el
crecimiento, siempre el sexo,
Siempre un
tejido de identidades, siempre lo diferente,
Siempre la
vida que se engendra.
De nada
sirve elaborar; los doctos y los ignorantes lo saben.
Seguros como
la certidumbre más firme, seguros y afianzados, inconmovibles, cimentados y
estables,
Fuertes como
un caballo, afectuosos, soberbios, eléctricos,
Yo y este
misterio nos enfrentamos aquí.
Dulce
y límpida mi alma, límpido y dulce todo lo que no es mi alma.